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Utopías feministas, por Ciudad del Deseo

Debates

Por invitación del Centro Cultural Kirchner y el Archivo General de la Nación (AGN), la colectiva Ciudad del Deseo piensa nuevas herramientas cartográficas. Desde la óptica feminista, usa el mapa como un nuevo instrumento, que permite analizar y reconfigurar las relaciones con el espacio. A su vez, a partir de estas herramientas, se anima a proyectar, planificar, imaginar otros posibles futuros urbanos, que llama utopías feministas.

En una entrega anterior analizaron la información que nos proveen los mapas. Los presentaron como instrumentos técnicos y trabajaron en la deconstrucción de su neutralidad, abriendo algunas líneas de indagación posibles desde una crítica feminista de las cartografías históricas y tradicionales.

En esta muestra se apoyan en esa lectura crítica, a través de la presentación de mapeos de producción propia, collages e intervención de imágenes, se adentran en el mundo de la cartografía crítica, la producción participativa de la información y la imaginación utópica como herramienta para la creación colectiva. ¿Cómo es la ciudad feminista? Será el resultado de una construcción conjunta que ponga como principio rector la autodeterminación y autonomía de los cuerpos, el deseo y el goce desde lo múltiple, transmutable y amoroso.

Cartografía crítica feminista

Como explicamos anteriormente, la cartografía crítica se interesa en primera instancia por la crítica teórica de la relevancia social, política y ética del mapeo. Señala que, contrario a lo que suponemos, los mapas no son simplemente herramientas neutrales, sino instrumentos estratégicos que expresan poder.

Pero los mapas no tienen por qué ser sólo expresiones de poder. Pueden (y son a menudo) expresiones de deseo. Los mapas pueden proyectar nuestros deseos en el paisaje, pueden esbozar nuestras esperanzas, aquello que consideramos como futuro y lo que elegiremos transformar. El proceso de mapeo también puede traer nuevas formas de ser y relacionarse en el mundo. Esto conduce a un segundo aspecto práctico de la cartografía crítica: las personas y los grupos también pueden hacer sus propios mapas y utilizar la cartografía para una variedad de propósitos. Los mapas se pueden usar para hacer contra-afirmaciones, para expresar intereses que disputan los hegemónicos, para hacer visibles experiencias marginales e historias ocultas, para hacer planes prácticos para la transformación social o para imaginar futuros mejores.

La cartografía crítica también cuestiona la producción y transformación de conocimiento. Los mapas como "producto final" no son lo único importante; el proceso en sí puede implicar el aprendizaje conjunto y la producción de nuevos saberes reuniendo múltiples perspectivas, conectando diferentes mapas personales o creando mapas colectivos. El mapeo también puede visibilizar las relaciones con las instituciones, los paisajes, la vida silvestre y el medio ambiente, lo que lleva a las personas y colectivos a re-concebir su relación con las estructuras invisibles o el mundo natural. Más fundamentalmente, un mapeo crítico implica una reconfiguración de las relaciones con el espacio, des-alienando la relación mediante la aplicación de la imaginación.

En este sentido es que proponemos una reapropiación de la producción, uso y reflexión en torno a los mapas para agenciarlos como instrumentos de transformación social. Porque permiten reconocer distintas escalas en el cotidiano, modificar nuestra noción de comunidad, y proyectarnos como sujetxs dentro de un campo más amplio de acción.

Experiencias colectivas

Mapeo colectivo ¿dónde soy libre, y dónde soy valiente?

Imagen 1: Digitalización de mapeo participativo realizado en la marcha 8M 2019 “¿Dónde sos libre, dónde sos valiente?” 2019. Ciudad del Deseo.

 

La primera convocatoria de esta colectiva la realizamos en el marco de la Marcha del Día Internacional de la Mujer Trabajadora (8 de marzo de 2019). Esta actividad consistió en la elaboración de un mapeo colectivo en el espacio público bajo la pregunta “¿en qué lugares te sentís libre y en cuáles valiente?”, inscribiéndose en la larga lucha de los feminismos locales al recuperar la formulación de una pintada urbana habitual en las manifestaciones feministas de nuestra región (“Cuando vuelva a casa quiero ser libre, no valiente”). Se generó así una conversación colectiva en torno al uso y disfrute del espacio público desde una mirada feminista preguntándonos cuál es la relación de nuestros cuerpos con el espacio, el deseo, la libertad y la autonomía.

Trazando una línea de fuga a la cartografía tradicional, en el mapeo colectivo el objetivo no es obtener un documento de precisión cartográfica, sino que busca expandirse hacia otros territorios, escapar de las lógicas históricamente representadas (productivas, europeizantes y patriarcales); y producir otro tipo de conocimiento que valora la experiencia personal y cotidiana como fuente de información, y al proceso colectivo como fin en sí mismo. Los espacios que aparecen representados ya no responden a las instituciones de poder y control sino a espacios públicos de encuentro, disfrute, empoderamiento y también de conflicto; y a espacios habitados, vinculados a las experiencias personales, a las sensaciones, percepciones y relaciones que hacen que la experiencia urbana sea singular.

El proceso de mapeo nos permitió reconocer que el mapa como herramienta para y desde los feminismos permite conectar aspectos individuales y experiencias personales con la dimensión colectiva del soporte urbano que nos contiene, al menos en la Región Metropolitana de Buenos Aires. Cómo nos ubicamos, cómo recordamos las experiencias y de qué modo moldean nuestra forma de vivir y disfrutar la autonomía de nuestros cuerpos fue el inicio de una reflexión que nos acompañará a lo largo de todo este proceso de construcción colectiva: queremos construir una ciudad donde el deseo, los deseos, tengan un lugar y sean reconocidos como una fuerza formativa del habitar urbano.

Otras categorías de análisis: el cuerpo es el primer territorio

¿Dónde aparecían los cuerpos en la cartografía histórica? ¿Quién decidió qué escalas son cartografiables y cuales quedan al margen? La dimensión corporal constituye una escala crucial cuando pensamos en la espacialidad. La relación entre cuerpos y espacios es mutua, co-constitutiva: así como los cuerpos afectan a los espacios, los espacios son afectados por los cuerpos. El diseño de las ciudades privilegia a los cuerpos productivos y se espera que estos se comporten de acuerdo con el mandato de la productividad. Al mismo tiempo se establece una disposición binaria de ciertos cuerpos (hegemónicos/ no hegemónicos) ofreciendo un acceso diferencial a la ciudad. Por eso nos preguntamos, ¿qué pasa con los cuerpos que no responden a esos comportamientos esperados? ¿De qué manera los cuerpos no hegemónicos o no productivos co-producen el espacio urbano? ¿Qué estrategias adquirimos cuando transitamos el espacio público?

Imagen 2: Digitalización de mapeo participativo de cuerpo-territorio realizado en la marcha 8M “marcas, estrategias, sensaciones y acciones que desplegamos a diario al transitar por los distintos rincones de la ciudad”.  2019. Ciudad del Deseo.
Imagen 3: Digitalización de mapeo participativo de cuerpo-territorio evidenciando las marcas del cuidado en el cuerpo. 2020. Ciudad del Deseo.

 

Como vimos, el trazado de nuestras ciudades relegó la preexistencia tanto de las dinámicas del paisaje como de las personas que habitaban estos territorios.

Coincidimos con la arquitecta Ana Falú cuando plantea que el cuerpo es el primer territorio de conquista y es el primer territorio de soberanía también. Nuestros cuerpos, en especial los feminizados, aquellos que no se ciernen a las categorías heteronormativas y patriarcales del capitalismo, aquellos con diversidad funcional, gordos, infantiles o viejos, con marcas raciales y étnicas son los que sufren las mayores violencias. Y es en el espacio público, en muchos casos, donde su circulación y disfrute no tiene posibilidad de ser. Son espacios negados. Para otras personas, en su mayoría mujeres, esa violencia sobre los cuerpos se sufre especialmente en las viviendas, el segundo territorio de disputa. La otra escala que muchas veces encontramos negada, representada como un dispositivo de habitar que solamente se encuentra diseñado y construido (en el mejor de los casos) para cumplir con funciones fisiológicas. El derecho a la vivienda, el hábitat y la ciudad desde una mirada feminista debe incorporar la dimensión de los cuerpos como ese espacio primero y primario tanto de derechos como de expansión.

Utopías feministas

Entonces, ¿qué significa pensar el futuro de nuestros territorios en clave feminista? El contexto de la pandemia develó algo que ya estaba ahí: vivimos un presente distópico, donde naturalizamos que el uso y acceso a los espacios no incorpora los puntos de vista y necesidades de todas las personas por igual. Tener que retirarnos del espacio público, encerrarnos en nuestras casas, minimizar las tareas a aquellas que son esenciales, aceleró reflexiones sobre cómo repensar los espacios que habitamos y cómo construir ciudades mejores. Identificar y nombrar este malestar de manera masiva hace eco con los esfuerzos que desde el urbanismo feminista (junto a otras corrientes y movimientos sociales) venimos llevando adelante.

Según la arquitecta Zaida Muxi, reposicionar la vida en el centro del debate es pensar desde los feminismos en cómo nos hacemos cargo de que hemos generado espacialidades que consolidan y producen sufrimientos. Queremos subrayar que la forma en que vivimos, diseñamos y construimos las ciudades no es un resultado involuntario de procesos y devenires sin sujeto, sino que es la cristalización de decisiones y tendencias que niegan la vida.

Frente a este diagnóstico sobre la intersección entre espacio, proyecto urbano y poder, recuperamos la idea de utopía como metodología para el abordaje de la ciudad. Si vamos a mirar críticamente el pasado, también nos toca construir críticamente un futuro distinto. Contrario a la idea de que la utopía representa lo “imposible”, elegimos operativizar la utopía como lo deseable.

Imágenes 4 y 5: fotografía tomada del Arroyo Maldonado, año 1922, del Archivo General de la Nación y collage sobre la misma de producción propia.

 

La utopía urbana feminista es un ejercicio práctico, un ensayo para pensar otros futuros posibles. En conjunto con la lectura de mapas históricos sobre el desarrollo urbano de Buenos Aires, en esta muestra elegimos posicionarnos sobre el tratamiento del medio natural: volver a mirar las costas, ríos y arroyos, y cómo el avance urbano implicó la negación de ese espacio para cualquier uso que no fuera productivo.

Imágenes 6 y 7. Fotografía del Arroyo Maldonado sin fecha, del Archivo General de la Nación y collage sobre esta foto de producción propia.

 

¿Qué utopías podemos proyectar desde los feminismos? A veces es necesario ver los deseos plasmados en una imagen (teniendo presente que la representación siempre tiene un grado de idealización), aunque las situaciones parezcan irreales. Contrario al render tradicional y estereotipado de la planificación urbana, nuestra utopía comprende cosas mundanas y múltiples: arroyos caudalosos, vegetación autóctona de juncales y pajonales que conviven con el perfil urbano actual, actividades de ocio y economía informal, mobiliario urbano cotidiano y una diversidad de personas compartiendo el espacio público.

Con el recurso del collage, nos preguntamos e imaginamos cómo podría haber sido la ciudad y cómo sería nuestra ciudad si el tratamiento de sus cursos de agua hubiera sido otro. En vez de rectificación, entubamientos, túneles aliviadores y asfalto... cursos de agua. ¿Qué situaciones de ocio pueden suceder en torno a los arroyos urbanos? ¿Qué beneficios ecosistémicos brindarían? ¿Cómo sería una ciudad con usos mixtos de encuentro, disfrute, producción, logística, pero también cuidado? ¿Qué forma tendrían sus bordes?

La Ciudad se erige en función de un mandato productivo, disciplinario y extractivo. En rebeldía con esta construcción, sostenemos que la mirada feminista puede ofrecer una reflexión que ponga en cuestión estos cimientos organizativos que se despliegan en la vida cotidiana. 

Desde esta configuración, la perspectiva de Ciudad del Deseo conecta y multiplica lógicas de pensar, percibir y vivir lo urbano habilitando nuevas espacialidades. La colectiva se posiciona desde la experiencia inmanente de los cuerpos.  Desde esta lente, el modo de relación feminista es el entramado de lo diverso. Albergar lo plural. La ciudad tiene que ser una plataforma donde se puedan desplegar subjetividades alternativas y amorosas que excedan la estructura simbólica previa y el ordenamiento socio-espacial desigual y minimizador. Como plantea Silvia Rivera Cusicanqui, “la fuerza del deseo convertida en fuerza del común construye transformación”. El deseo es potencia y esa potencia es un ejercicio permanente.


Para seguir leyendo

Falú, Ana (2014). El derecho de las mujeres a la ciudadRevista Vivienda y Ciudad, UNC.

Kern, Leslie (2020). Ciudad feminista. La lucha por el espacio en un mundo diseñado por hombresTraducción de Renata Prati. Ediciones Godot.

Lois, Carla (2009). Imagen cartográfica e imaginarios geográficos; los lugares y las formas de los mapas en nuestra cultura visual. Scripta Nova. vol. XIII (298).

Muxí, Zaida (2018). Mujeres, casas y ciudades. DPR-Barcelona.

Rivera Cusicanqui, Silvia (2018). Un mundo ch`ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis. Tinta Limón Ediciones.

 

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