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“Un silencio para tratar de escuchar”, de Rosario Bléfari con Natalia Labaké

Rosario Blefari
Artes Performáticas, El trabajo del artista, Obras comisionadas

En su fecha de cierre, el ciclo de obras comisionadas para El trabajo del artista estrena Un silencio para tratar de escuchar, una pieza de Rosario Bléfari realizada en colaboración junto a Natalia Labaké.
Rosario Bléfari (fotografía: Adolfo Rozenfeld)

 

Ventanas grandes, luz de día.
Los materiales se encuentran reunidos en un punto de la sala, casi central.
Hay libros, papeles, cartulinas cartones de distinto tamaño,
tijera, pegamento, aceite,
lanas, hilos, agujas de coser y de tejer,
ropa usada, retazos de tela,
cintas, maderas, lápices, cinta del pintor,
una guitarra, un metalófono, una flauta, papeles pentagramados,
una laptop conectada a un teclado especial para escribir mejor,
un grabador zoom, un parlante pequeño, ¿Trípode y cámara?,
una soga y ganchos o broches, un fuentón con agua.

Hay dos mesas,
una más grande para desplegar papeles,
área collage,
y una más chica con una silla para escribir música y escribir palabras.
Hay también una especie de reposera o puede ser un sillón de un solo cuerpo.
Hay un dispositivo simple,
unos ganchos en la pared
o algún tipo de soporte, para poder colgar en determinado momento la soga,
como si fuese un tendedero.
Estos muebles
ya están en un sitio determinado desde el comienzo,
son los que señalan las áreas.

Los objetos empiezan a desperdigarse de a poco,
inaugurando la imagen de la dispersión como generadora del movimiento
y de las acciones que comienzan a ponerse en marcha:
apertura, despliegue, desvío, bifurcación, interrupción, simultaneidad,
recapitulación, retoma, integración etc...

Entre las áreas se realizan acciones sin objeto:
estirar una cinta, ponérsela sobre el cuerpo,
pintarse las uñas o la boca,
descalzarse o calzarse,
mirar por la ventana,
algún estiramiento o automasaje,
observar lo hecho,
cambiar un detalle,
observar una parte del cuerpo,
escuchar una grabación,
emitir algún sonido o leer algo en voz alta.
Son como cuelgues,
momentos de transición,
de nada,
de procesamiento.

Así describía Rosario su propuesta para El trabajo del artista a comienzos de este año, cuando planeábamos una performance para el Centro Cultural Kirchner de manera presencial. Desde estas primeras líneas hasta hoy, muchas cosas inimaginables sucedieron. Instalada la pandemia, la pieza devino audiovisual, incorporó a Natalia como colaboradora, se extendió en el tiempo, y acompañó su tiempo -el de Rosario- hasta sus últimos momentos. La obra quedó interrumpida muy poco antes de terminarse. Junto a  Natalia Labaké y sus amigas Daniela Rodi y Susana Pampín decidimos acompañarnos para encontrar la manera de que este trabajo pueda ser compartido y presentado.

En Rosario, el trabajo del artista se nos revela como un modo de estar en el mundo. Sus ejercicios -compartidos en numerosos talleres a lo largo de todo el país- siempre propician el hacer: todo puede ser una herramienta o un disparador para que aparezca algo, después sabremos qué. Mientras, esperamos que éste -quizás- su último ejercicio, pueda seguir haciendo lo más valioso que el arte puede hacer: movilizar sentidos, producir encuentros y generar alianzas impensadas.

Daniela Rodi, Susana Pampín, Natalia Labaké, Agustina Muñoz y Bárbara Hang

Un silencio para tratar de escuchar

Idea y realización: Rosario Bléfari
Montaje y edición: Natalia Labaké
Acompañamiento: Susana Pampín y Daniel Rodi
Con el apoyo del Museo Casa Olga Orozco Santa Rosa, La Pampa

 

Acerca de Un silencio para tratar de escuchar, por Natalia Labaké

Con Rosario nos conocimos por whatsapp. El primero de todos los mensajes fue una larga enumeración de escenas sin clasificar. Nunca antes habíamos cruzado palabra y en algún punto éramos dos extrañas unidas por un trabajo. Me hablaba de Mekas y de Godard, de la cámara como extensión de un pensamiento o del cuerpo mismo, de texturas, sonidos y colores. ¿Cómo y hasta dónde la edición de los materiales debía ordenar y sistematizar ese caos precioso? A pesar de la difícil situación en la que nos habíamos metido y por la imposibilidad de vernos y de compartir un espacio de trabajo, Rosario tuvo que filmarlo todo con su celular. Como no podía ser de otra manera, en la contingencia y en el azar estaba la solución a todos nuestros dilemas: la cámara había encontrado su justa función: pasó de ser un medio para convertirse en una materia más al alcance de sus manos.

Con Rosario nunca nos vimos la cara de cerca ni tomamos café juntas. Teníamos el trabajo, eso sí. Este trabajo que nos unió a la distancia y que tenía altas chances de fallar. Cuando se sabe muy poco, comenzar por copiar las formas puede ser un buen camino. Un plano de color sobre otro plano de color sobre una imagen de un árbol movido por el viento. Ahora me doy cuenta de que los quinientos kilómetros de distancia que nos separaban tuvieron todo el sentido. Haciendo lo propio cada una en su habitación, también nosotras éramos algo en la obra: materia movida por la dispersión del momento. Vuelvo a escuchar sus primeros audios de whatsapp:

“... Ahora estoy en ese grado de flash total que es: todo lo que hay adentro de la habitación… una tela, un pulóver, una lana, un hilo, una tijera, una herramienta, todo todo todo todo todo lo que hay es algo y yo estoy como adentro del collage… no sé… o de los colores, de los colores!!! que una vez que están tan mirados y tan elegidos donde sea que apoyás las cosas se arma la composición.”

Escuché este mensaje mientras cruzaba la 9 de Julio y la quise abrazar. Como respuesta le grabé un audio que no me animé a mandarle pero que decía algo así: ‘escucho tu voz diciendo que estás adentro de un collage y puedo unir el sonido de tu voz a uno de tus videos’. Algo así como esta frase de Godard que siempre vuelve: Imágenes y sonidos como personas que se conocen en el camino y ya no pueden separarse.

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