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Sobre qué es la poesía, por María Belén Zavallo

Literatura

En ocasión de la convocatoria del Premio Storni de poesía en su segunda edición, compartimos un texto escrito por la ganadora del tercer premio en la edición 2021, María Belén Zavallo, premiada por su libro Lengua montaraz. El texto es una reflexión de la autora sobre el acto poético que hace pie en escenas de su intimidad familiar.


La poesía aparece en todos lados pero cuando queremos hablar de ella se nos escurre. Desaparece el sentido de que lo quisiéramos decir sobre el misterio. Me gusta Zelarayán por eso, por las salinas y por aplastar la palabra como una pulga. Entonces, entiendo. Afilo la mirada y el destello aparece. Hace poco empezamos con mi beba  un proceso de destete. Fallido. No he podido aún cortar el chorro. Me gotea el pecho, ajusto la venda a mis costillas y omóplatos, pero refulge el pinchazo y la leche aparece en la punta. Leche o poesía. Ordeñé mis pechos como una tambera, me senté, incluso, con las rodillas hacia afuera. El agua tibia hasta el tórax en la bañadera. Mi hija mayor entró a mostrarme unos aros y tapó el inodoro para sentarse frente a mí. Me miró y dijo está blanqueándose el agua. Nos reímos de mis muecas de dolor. Digo, abro la intimidad porque el poema aparece en la carne y en lo que la carne esconde.

*

Hace unos días, leía a un poeta que contaba que hablar de poesía para él era macanear, pero que encontraba la verdad dentro del poema, que ahí no había posibilidad de mentir. Si recupero las primeras lecturas que me pusieron adelante a Alejandra Pizarnik, Susana Thénon, Juana Bignozzi y Alfonsina Storni, una chispa vuelve a encenderse, un destello que permanece y hace que la llama arda con más fuerza. En 2017 leí a Silvina Giaganti por primera vez. Ahora que “nos tenemos” en las redes pude decirle que volví a escribir gracias a Tarda en apagarse, un libro hermoso que me paseó por vínculos conocidos y por una forma de nombrarlos que me interpelaba. Así supe lo que quería decir.

La poesía es también un encuentro y un descubrimiento con el propio deseo, una búsqueda con esa especie de olvido liviano como cuando entramos a una pieza y no sabemos qué nos llevó hasta ahí. La heladera abierta y el paladar acariciado por la lengua. El gusto en la punta de la boca. La poesía es la palabra que no sabíamos que necesitábamos pronunciar.

*

Mi hija abre las pestañas como pistilos largos y acaricia mi piel. Renuncio a la faja sobre el tórax, a tirar mi leche por la alcantarilla. Jugamos al cíclope como en Rayuela. Quería mi cuerpo suelto, liberado del hambre ajeno, quería moverme sin collares. Pensé que quería. Ahora que pude hacerlo me vi asomada a un remolino, a un lugar en el que perdía mi eje. El manotazo y la rama de la orilla y los dientes apretados contra la corriente.

Riego la boca de Francisca.

Sé que hay poesía.

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Qué es la poesía si no la propia historia atravesada por un eco de voces.

Qué es la poesía si no el verso que te deja en silencio.

La pregunta que retumba y la música que hace del cuerpo un tembladeral.

Leo a Carmen Ollé: “la poesía está en donde debe estar, en el impulso que me llevaría a lo imposible”.

Un caballo relincha transparente.

La poesía es el tranco de la lengua. La boca sobre el pasto. La poesía es la espuela alzada. La quijada libre de aprietes, la irreverencia animal ante el lenguaje.

*

Cuando parí sentí que me abrían las ancas. Dos veces, dos partos sin ninguna anestesia. El cuerpo inaugurando una vida sin haberle escuchado nunca la palabra a la boca que se abría por primera vez. Así también nace el poema. Escribimos para escuchar que es lo que va a decirnos. La poesía nos patea las costillas desde adentro. Parimos poemas.

Qué es la poesía si no la posibilidad de atropellar la vida con el cuero propio y el pellejo ajeno.

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