|

Instantáneas ilustradas, por Ezequiel García

Artes Visuales, Instantáneas ilustradas

Instantáneas ilustradas es un ciclo de microexhibiciones virtuales que forma parte de las producciones realizadas en conjunto por el Centro Cultural Kirchner, el Archivo General de la Nación (AGN) y la Secretaría de Patrimonio Cultural.

En ella, artistas visuales de distintos lugares del país retratan momentos históricos en torno a Belgrano. Las ilustraciones se hicieron a partir de anécdotas que, a modo de instantáneas fotográficas, capturan momentos de la vida del prócer. Las instantáneas fueron recopiladas y escritas por el historiador Javier Trímboli y acompañan las ilustraciones.

Las dos instantáneas que aquí se presentan fueron recopiladas y escritas por el historiador Javier Trímboli e ilustradas por Ezequiel García.

“Campo de batalla, te tengo”

El 24 de septiembre de 1812 ocurre la fundamental batalla de Tucumán. Porque los realistas, o fidelistas como también se los conocía, luego de derrotar al ejército que bajo el mando político de Castelli había llegado hasta las orillas del lago Titicaca, estaban haciendo retroceder a los patriotas casi a la desesperada. El Triunvirato temía que llegaran incluso hasta Buenos Aires, que allí terminaran de sofocar a la revolución. De hecho, Belgrano recibe la orden de no presentar batalla en Tucumán, sino de retrogradar, como también se decía, hasta Córdoba. Y ahí, fortalecidas la propias fuerzas, jugar una carta clave, la última, enfrentando al enemigo. Belgrano presta atención a los tucumanos, que le reclaman que no los abandone en las manos realistas, y desobedece al Triunvirato. José María Paz, que en 1812 era un joven oficial, recoge en sus memorias publicadas luego de su muerte esta escena que tiene lugar justo en el momento que comienza la batalla de Tucumán: "El general Belgrano cabalgaba ese día un mansísimo caballo rosillo, de paso, que acostumbraba montar habitualmente. Con sorpresa de todos, al primer cañonazo de nuestra línea, se asustó, y dio en tierra con el General. La noticia de la caída se propagó con admirable rapidez por toda nuestra formación, y al principio se temió que fuese efecto de alguna bala u otro accidente parecido; mas, luego se supo el verdadero motivo. La caída parecía de mal agüero, pero no tuvo resultados desagradables, y luego se olvidó. Pudo decir: Campo de batalla, te tengo."

El retrato

Que sepamos, Belgrano sólo posó para ser retratado una vez, en Londres y en 1815 ante el pintor francés François Casimir Carbonnier. Hacia Europa había partido en los últimos días del año previo –recordemos, luego de ser derrotado en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, es decir, en uno de los momentos más críticos de su carrera política y también de la revolución–, enviado por el Directorio en busca de un rey para que gobierne a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Napoleón estaba confinado y es el momento de la restauración monárquica en Europa, que quiere hacer de la Revolución francesa un accidente olvidable. En América del Sur la revolución ha sido derrotada en Chile, también en Venezuela y en Nueva Granada. Casi sólo sobrevive entre nosotros, aunque, claro, es un problema saber qué denominamos con este nombre. La comitiva también la integran Manuel de Sarratea y Bernardino Rivadavia. El historiador Vicente Fidel López los caracteriza así: Sarratea, a la cabeza del proyecto monarquista, era de “índole excesivamente frívola, desparpajado sus procederes y poco segura su moralidad”; estaba encantado con el hecho de andar en misión en Europa, entre reyes y príncipes. Aunque patriota, era un “espíritu falaz”, “intrigante y artificioso”. Rivadavia, de “tono clásico y maneras teatrales”, se entregaba a profundas meditaciones, sin prestarle atención a lo que estuviera por debajo de sus espirales de ideas. Olfato político cero, era de profeta lo suyo. De Belgrano sólo dice que era el “simple Belgrano”. El patriota cínico –Sarratea–; el patriota visionario –Rivadavia–; Belgrano, el patriota simple. Según Vicente Fidel López este episodio tuvo mucho de comedia y de farsa, a la espera de un Molière o un Moratín que lo vuelvan teatro que invite a la carcajada. La base de operaciones es en Londres, en un cuarto que alquilan y en el que, encerrados, se afiebran con este proyecto desesperado. Sarratea arma el contacto con un aventurero que se hacía conocer como el conde de Carrabus, quien les asegura que el joven Francisco de Paula, hijo de Carlos IV y hermano de Fernando VII, es el candidato que necesitan para la corona. Para avanzar por este camino les pide mucha plata, cada vez más, imperiosa para llevar adelante tratativas, viajes, etc. Se la dan. Pero nada de esto tiene asidero, porque Fernando VII lleva con mano firme las riendas de los Borbones de España y no está dispuesto a dejar pasar algo así, menos que menos en esa coyuntura en la que ve posible reconquistarlo todo. A punto de ser descubierto como un farsante, el conde de Carrabus propone secuestrar a Francisco de Paula para llevarlo a Buenos Aires. Evidente es que los timaron. Se habla de un reto a duelo que Belgrano le lanzó y que quedó en la nada. La misión de este modo fue llegando a su fin, agotado el presupuesto con el que contaban. En esos días de Londres el pintor francés retrató a Belgrano.

 

Conseguí tu entrada

RESERVAR

Share:
Suscribite a nuestro newsletter