|

Episodio 4: “Conversaciones con animales”, por Elsie Vivanco

Diarios - Julio/Agosto 2020 - Paso a paso

Debates, Diarios

Diarios - Julio/Agosto 2020 - Paso a paso

No se culpe a la cuarentena. No se culpe a la locura ni a la soledad. Hablar con animales es inevitable y ahora mucho más. En diez escenas, Elsie Vivanco reproduce fragmentos bestiales de una larga conversación.

 

Uno

No vayan a creer que después de más de 100 días de cuarentena en solitario hablo sola, eso jamás. Además, nadie habla solo, siempre se habla con alguien, de afuera de adentro… Pero quiero contarles que mi nieto Pedro me regaló una ovejita de peluche que tiene dentro una bolsa de semillas para calentar en el microondas y como no tengo eso, la guardé en el ropero, sobre los suéteres para que esté calentita, al menos ella. Y cuando abro el ropero me está mirando, lo sé porque tiene los ojos de vidrio brillantes y no me queda otra que decirle hola y acomodarla un poquito. Recuerdan el film El náufrago con Tom Hanks, bueno, él habla con una pelota hasta que la pierde cuando está regresando y llora. No es para menos, era su único interlocutor. No es que me sienta exactamente un náufrago en esta cuarentena, sobretodo porque no estoy en una isla tropical (siempre llegan a una isla tropical; ¡miren si llegaran a las islas del Canal de Bering!)

Dos

Hoy de mañana veo volar apuradas a las palomas que siempre se asientan en la torre de enfrente de mi departamento. Qué les pasa, les dije y cuando miré a su lugar habitual, estaba el carancho. Lo conozco, otras veces ha descendido allí y se queda un rato largo, girando la cabeza. Me puse los binoculares y vi en detalle su cuello blanco con rayitas grises, tan finas, cuerpo compacto, oscuro, erguido, su cabeza con esa boina negra tan de campo echada sobre los ojos. Él estaba mirando para atrás con su boina y en eso, voló por los aires otra ave grande y la primera se fue lejos a una antena, aún podía verla diminuta. El segundo era una hembra de acuerdo a los estándares y se paró en la punta de la torre. ¿Se estarían buscando? ¿Estaban juntos y se perdieron? De repente me distraje y habían desaparecido. Ni hola pude decirles.

Tres

Me enseñaron a montar en mula ambladora y no aprendí. Cuando se me dio por criar caballos en la sierra me ofrecieron una mula para poder andar por esos riscos con la seguridad y el aplomo que poseen estos animales. Era así, cuando la montaba y apuntaba para algún sitio, ella iba solita eligiendo el camino, el zigzagueo en las bajadas o el empuje sostenido en las subidas, ponía sus cascos pequeños en el lugar justo, sin esquivar, sin tropezar y sin hacer mucho caso a mis riendas. Un andar amblador, rapidito, envidiable por cualquier caballo de Paso Peruano. La mayoría de las veces, para montar, la hacía sujetar por alguien poniéndose del otro lado para que no costaleara y de esa manera no había problemas. Una vez arriba era mansita aunque de mirada algo aviesa. Yo igual le conversaba.

Así íbamos muy contentas las dos por los senderos de herradura y por otros que me enseñaba ella; no recuerdo cómo se llamaba, ella era Zaina yo Zaida. Pero un día, el último que salimos juntas, para entrar en mi sitio tenía que abrir una tranquera media destartalada así que me bajé, abrí, cerré y me acomodé para montar, tenía ya bien sujetas las riendas, la bota en el estribo y cuando empujo para arriba y estaba con la pierna derecha casi por encajar en la montura, la tipa salta al costado y me deja en el aire y luego, claro, en el suelo de espaldas. La cosa no termina ahí, sino que se viene donde yo estoy y abalanza las manos como para caer encima mío, rodé para un costado y ella después de caer se quedó quieta. Agarré las riendas y sin escribir ahora las cosas que le dije, caminé por lo alto de la sierra llevando de tiro a la mula zaina ambladora. Luego la vendí a un hombre que hacía huerta en La Cumbre y la usaba, más que nada porque era buena y fuerte, para tirar del arado. La vi una mañana arando al borde del camino, me detuve y, cuando estuvo cerca y me miró, le dije bajito para no ofender al hombre, viste boluda, yo te tenía gorda y lustrosa igual a una reina de la Polinesia, meta pasear y comer ¿y ahora? ¡¿eh?! ¡¿ahora?!

Cuatro

Iridiscente el alguacil enjoyado
No sabe que va a morir mañana.

Cinco

La calandria canta encaramada
en la casa del gato.

Seis

Pienso en el océano
y las gaviotas vuelan advertidas.

Siete

Las chicharras cuando cantan en plena canícula
es… son… un animal único

Ocho

Rayado por la sombra de los bambúes
el gato se sueña tigre.

Nueve

Cuando la gata vuelve después de 3 días de coitos ininterrumpidos, me pide salir de nuevo y no la dejo, duda un instante, se acuesta en algún sofá y exclama (creo) ¡qué alivio! Luego duerme 48 horas ininterrumpidas.

Diez

Pasaron 4 garzas,
ni me saludaron.

Conseguí tu entrada

RESERVAR

Suscribite a nuestro newsletter