|

Episodio 2: “Recorte de un día/ 2”, por Lorena Vega

Debates, Diarios

El tiempo se ha perturbado. Seguir una agenda es tratar de asir lo que ni siquiera parece querer irse. Lorena Vega va de una agenda del presente hasta los restos de una agenda de su infancia. Todavía quedan espacios en blanco. El presente sabe qué hacer con ellos, aunque pueda parecer una traición.

Agenda 2020. Viernes 1 de mayo

Desde el 13 de abril en adelante la agenda no tiene ninguna anotación. Pasan los días vacíos. El desuso repentino parece el comportamiento de alguien que se hubiese muerto. Lo anterior al 13 de abril está tachado con birome haciendo ilegible lo que está debajo. Retomo la escritura hoy que tenemos que sacar el manifiesto de la agrupación. Anoto “manifiesto 19hs”. Y al lado un listado que dice “Pedido de salas grandes-Posibilidad aire libre-Relevamiento-Mapa -teatros”. También anoto “comprar termo” pero no tiene nada que ver con lo anterior. Desde que empezamos con la idea de juntarnos las personas que dábamos clases de teatro no paran los whatsap nutridos y a cualquier hora. Tuvimos asambleas por zoom, tuve reencuentros con gente del pasado, tuvimos que pensar un nombre. Le pusimos PIT.

En lo que va del encierro los días feriados también di clases pero hoy no. Subo al cuartito de arriba a la hora de la merienda a seguir revisando las libretas apiladas. Esta vez subo con té y una manta. Hay nueve grados. Está todo gris. Las paredes descascaradas del vecino son iguales a las del departamento donde vivía cuando era chica. Excepto que acá se ve un poco de cielo y en aquél departamento estábamos en planta baja contra-frente mirando a un paredón de ladrillos.

La libreta que abro es del ochenta y siete. Es un anotador de espirales del tamaño de una billetera rectangular y con hojas lisas. Tiene un dibujo de Gardfield pegado en la tapa que yo misma había calcado y pintado. El dibujo es muy fiel al comic original y me sorprende mi precisión en el trazo ya que nunca me destaqué por la plástica. Ahí mismo en la primera hoja dice  “Diario del viaje a Formosa”. La provincia había hecho una campaña de donación de pasajes para las personas nativas. Por primera vez iba a salir de Buenos Aires y a conocer la casa de infancia de mi mamá.

Agenda Garfield. 1987. Diciembre

Lunes mañana
Fue una odisea llegar a Retiro. Mamá preparó muchos bolsos. Bolsos con las ropas de mis hermanos, de ella y mías. Bolsos con comida. Hay sándwiches de milanesas, bananas, naranjas y botellas con agua. Supongo que también hay galletitas porque Sergio siempre pide. Todos llevábamos un bolso en cada mano. Y en mi caso también traje una cartera con maquillaje, mi anotador y un perfume chiquito.  Marilú mi prima llegó tarde y con el bebé llorando.

El calor es muy fuerte desde que terminaron las clases. Por suerte tengo pollera y musculosa.

El tren estaba retrasado. Hubo que hacer fila para todo. Había mucha gente. Como es gratis se anotó todo el mundo. Había dos señoras de uniforme, una tomaba lista y la otra sostenía un cartel que decía “Casa de Formosa”. Cuando tocó nuestro turno mamá tardaba tanto hablando con la mujer que me asusté. Pensé que no teníamos los pasajes.  Pero al final estaba todo bien. Mamá dice que hace catorce años que no vuelve a Ibarreta pero a mí no me dan las cuentas. Si yo tengo doce y dice que viajó conmigo cuando murió la abuela a mis ocho meses quiere decir que viajó antes.

Mamá subió primera al tren para ocupar los asientos. Pero nosotros tuvimos que esperar. Hubo que pasarle los bolsos por la ventana porque la escalera de acceso al vagón estaba atascada de gente. Marilú se los pasaba. Yo sostenía al bebé. Mis hermanos se quejaron todo el tiempo. No habíamos arrancado y ya estaban fastidiosos. Federico decía “huele muy mal acá”.

Lunes tarde
Llevamos cuatro horas de viaje. Hace rato que se ve todo lo mismo. Árboles. Pasto. Nada. Ya nos dijeron que esto es Entre Ríos.

El calor es cada vez más fuerte pero entra lindo aire por la ventana. En un momento cerré los ojos y hubiese sido ideal si en lugar de sonar chámame se escuchara “cuando pase el temblor”.  Pero en el vagón a todos les gusta más esa música del norte. Hay clima de fiesta. Mucha gente tomando vino y olor a milanesa. Así y todo me gusta el viaje. Por fin nos fuimos. Por fin salimos de casa. No fuimos a conocer el mar pero es mejor que ir a Wilde a visitar a los tíos.

Lunes noche
Hace dos horas que el tren está parado en medio de la nada. No se sabe por qué. Algunos dicen que algo se rompió. Otros que le pasó algo al conductor. También dijeron que había una vaca muerta en la vía. El calor es insoportable. El bebé de Marilú lloraba sin parar. Mamá destapó una botella de agua y le fue tirando chorritos en la cabeza y el bebé se calmó. Yo tengo las manos muy transpiradas. Me quiero cambiar la remera pero no se puede caminar para ningún lado porque los pasillos están llenos de gente. En el asiento de atrás hay una señora con cuatro hijos más chicos que mis hermanos y el marido duerme en el piso.

Lunes madrugada
El griterío es insoportable. Ahora lloran un montón de nenes y una señora grande se descompuso. La abanican dos mujeres y una de ellas también llora. Llevamos seis horas esperando en el mismo lugar. Fede y Sergio se pelearon y mamá los retó con voz de hombre. Casi no queda agua. Mi prima le dio una naranja a la señora de al lado y la señora le contestó algo en guaraní. Mi prima la entendió. Mamá dijo que no puede ser, que no aguanta más, que es una falta de respeto. Que iba a ir hasta donde está el chofer para saber qué pasa. Dijo “ahora van a ver”. Yo quería decirle que no vaya porque quizás justo el tren arranca y ella podía perderse en medio de la maleza. Pero no llegué a decirle porque estaba enfurecida y rápida. Salió del vagón y desapareció caminando por el borde de las vías.

Martes mañana
Cuando desperté mamá me dijo que hacía una hora que viajábamos. Todavía nos quedaba un tramo extenso hasta Formosa capital. Y después de ahí un micro hasta Ibarreta.  Estuvimos parados catorce horas. Ya no tenemos más agua pero la familia del asiento de al lado nos prestó. Mamá les quiso dar plata pero no aceptaron. A la altura de Corrientes me empecé a sentir mal. Fui al baño y tenía sangre en la bombacha. Volví y le dije a mamá que me había lastimado. Ella me dijo que cambie esa cara de susto que era algo normal. Me dio algodón me dijo que vuelva al baño y que me lo ponga entre las piernas.

 

Me resulta extraño no haber escrito nada más. El resto de la libreta Garfield está vacío.

Reviso otras agendas intentando encontrar alguna anotación más acerca del viaje. No hay nada. De pronto me doy cuenta que tengo el impulso de anotar lo que falta. De dejar registro de lo que recuerdo después de leer la agenda Garfield. No lo hago de inmediato. Dudo y me cuestiono. ¿Por qué escribir algo que no escribí en su momento? En todo caso ¿por qué utilizar la misma libreta treinta y dos años después? Hacerlo de alguna manera es intervenir una pieza original. Pero con las hojas en blanco me pasa lo mismo que con la comida “no se puede desperdiciar”.

Me desobedezco a mí misma y anoto un listado sobre la estadía en Ibarreta.

-Mi tío Tiburcio y mi tía Nilda nos ven llegar y lloran.
-El bebé de Marilú se ríe sentado en la palangana verde con agua.
-Las camas de la casa tenían mosquiteros.
- Mi tía Nilda diciendo “pobrecita” cuando mamá le cuenta que me indispuse.
- La caminata a la chacra donde está la laguna en la que se crío mamá.
- Durante la caminata todxs llevamos sombreros. Mis hermanos no.
- Llegamos a la laguna y está seca.
- La laguna se llama “La media luna”. Tiene esa forma.
- Mamá dice “acá jugábamos con los yacarés bebés”.
- Mi tío trae una sandía deforme.
- A la noche hubo cordero.
- Mi prima baila chámame con mi primo Dani y me hacen reír.
- Yo camino por el jardín de mi tía y canto “cuando pase el temblor” simulando que hago un videoclip.

Cierro la agenda Garfield. Miro el celular. Son las veinte horas y tengo mensaje de Juliana que dice “¿te pasó algo? A las siete había que postear”.

Conseguí tu entrada

RESERVAR

Suscribite a nuestro newsletter